miércoles, 2 de junio de 2010

Corolario a la teoría de la relatividad

Compartí hace un par de meses en facebook el mapa de una ruta que realizamos junto a otros caminantes y ciclistas por el área rural de un municipio boyacense llamado Miraflores, capital de la provincia de Lengupá, con el fin de mostrar a quienes no participaron cuales habían sido las rutas recorridas por las y los deportistas (y los no tan deportistas pero cuyo espíritu da para cubrir el camino).  Acompañaba la publicación con un texto que concluía diciendo "Los entendidos sabrán disculpar la ausencia del indicador de norte. Al próximo si se lo ponemos".  Una de los temas que desde niño me interesó y que tuve la oportunidad de conocer tangencialmente es la cartografía, y dentro del rigor de la elaboración de mapas, se toma como principio representar el territorio con lectura de norte hacia la parte superior del formato, y en los casos en que por motivos de diagramación o referencia se requiere variar dicha orientación, resulta indispensable incluir en el mapa la flechita, la rosa de los vientos o al menos una letra N subrayada que le ayude al usuario a ubicarse espacialmente.
Una muy buena amiga, que conoce mi aparente rigor y además algunos lunares en mi oscuro pasado, respondió escribiendo: "Para qué el indicador de norte si es que hasta los más entendidos saben que Miraflores es un pueblo la de gente amable y cordial del norte de Boyacá...", y concluyó "echándome al agua" para que diera las explicaciones pertinentes.   Otro amigo citó a una filósofa argentina recordándome la inolvidable historieta que acompañaría perfectamente la respuesta / explicación que merecía tal revelación.  Y como más vale tarde que nunca, le doy la bienvenida a una de mis mejores amigas de la infancia, Mafalda, y a su sabia amiga Libertad:


La anécdota que nos ocupa, y que quedó sin revelarse en dicha oportunidad, sucedió en las fiestas del pueblo en Miraflores, hace una década.  Llevaba Yo unos tres meses trabajando allí, y para ser consecuente con mi experiencia de vida, decidí ataviarme a la usanza provinciana adquiriendo un sombrero de los habitualmente utilizados por los jinetes y un poncho con estampado alusivo a la tierra que hospitalariamente me albergaba (afortunadamente no tengo registro fotográfico de esa "pinta").   Esa noche, pasé un merecido ridículo ante algunos comensales frente a los cuales mi buena amiga expuso la pifiada. Fuí a vivir a Miraflores para trabajar en la oficina de Planeación Municipal en la elaboración del Plan de Ordenamiento Territorial, y el poncho que compré rezaba en su estampado algo así: "Miraflores, la gente amable del norte de Boyacá". La provincia de Lengupá está ubicada al sureste del departamento, por lo que el desacierto dio para las carcajadas de mis compañeros de farra, y para la posterior burla cada vez que es pertinente. Con humildad y algo de vergüenza sigo aceptando mi yerro, del cual no sé que es peor: haberme disfrazado con el famoso "poncho" o haber pasado por alto el desorientado texto.

Gracias a Angelita, Diego León y Quino.